¿Por qué algunos médicos desaconsejan besar a un ser querido fallecido?

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Besar por última vez a un ser querido es un gesto cargado de amor, despedida y respeto. Para muchas personas, forma parte de un ritual íntimo que ayuda a cerrar el ciclo del duelo. Sin embargo, recientemente, una advertencia médica generó un debate encendido en redes sociales: un médico moldavo, Viktor Ivanovik, con más de 300 mil seguidores en TikTok, recomendó no besar a los fallecidos debido a posibles riesgos sanitarios.

¿Es peligrosa esta costumbre? ¿Qué fundamentos tiene esta advertencia y cómo se equilibra con la dimensión emocional del duelo?

Una advertencia que se volvió viral

En su video, el Dr. Ivanovik explica que el cuerpo de una persona fallecida puede albergar bacterias y microorganismos que, en determinadas circunstancias, representarían un riesgo para quien tenga contacto directo, especialmente a través de besos o contacto con la boca.

Sus palabras generaron miles de reacciones. Algunos usuarios compartieron experiencias personales, mientras que otros cuestionaron la base científica de sus afirmaciones. El tema tocó una fibra muy sensible: la del adiós definitivo y los gestos de amor en el momento más doloroso.

Duelo y contacto: entre tradición y precaución

Para muchas culturas, tocar o besar al fallecido forma parte del ritual de despedida. Estos gestos ayudan a procesar la pérdida y ofrecer un último acto de cariño. Sin embargo, el debate surge cuando entra en juego la salud pública y las posibles consecuencias de estas prácticas, especialmente en contextos de epidemias o enfermedades contagiosas.

Durante situaciones como brotes virales o pandemias, las autoridades sanitarias suelen recomendar evitar el contacto directo con cuerpos de personas fallecidas por causas infecciosas, como medida preventiva para evitar la propagación de patógenos.

¿Qué dice la medicina?

Fuera de esos contextos excepcionales, el riesgo de contagio suele ser bajo. No obstante, cada situación debe evaluarse caso por caso. Enfermedades como la tuberculosis, algunas infecciones bacterianas o virales y ciertas condiciones médicas requieren mayores precauciones incluso después de la muerte.

Es por eso que consultar a un profesional de salud o al personal funerario puede brindar tranquilidad y orientación adaptada al contexto particular.

Alternativas simbólicas al beso de despedida

Para quienes desean expresar afecto sin contacto físico directo, existen gestos igualmente significativos:

  • Colocar una flor sobre el pecho del ser querido

  • Encender una vela y dedicar un momento de silencio

  • Escribir una carta de despedida

  • Realizar un ritual en casa con objetos simbólicos

Estas alternativas permiten honrar la memoria de quien parte sin poner en riesgo la salud.


Resumen:
La recomendación de no besar a un ser querido fallecido ha generado una intensa discusión entre lo emocional y lo sanitario. Si bien el contacto suele ser inofensivo en contextos normales, existen casos en los que puede representar un riesgo. La clave está en informarse adecuadamente, consultar a profesionales y, sobre todo, encontrar formas seguras y simbólicas de decir adiós sin renunciar a lo esencial: el amor y el respeto.


Importante: Este artículo tiene fines informativos. Ante cualquier duda sobre medidas de seguridad al despedirse de un ser querido fallecido, consultá siempre con un profesional de la salud o el personal funerario. Las decisiones en momentos delicados deben estar acompañadas de criterio, contención y orientación médica confiable.

Esto es lo que sucede cuando nos besamos

El beso con lengua, también conocido como “beso francés”, ha sido símbolo de pasión, intimidad y conexión desde tiempos inmemoriales. Pero ¿alguna vez te has preguntado qué sucede en nuestro cuerpo y en nuestra mente cuando lo damos o lo recibimos?

Lo cierto es que este acto, muchas veces subestimado o reducido a un gesto romántico, activa una compleja red de procesos físicos y emocionales que lo convierten en una experiencia tan poderosa como reveladora.

La lengua: una mensajera emocional

La lengua no solo nos permite hablar o saborear los alimentos. Está formada por ocho músculos que la hacen increíblemente ágil, sensible y expresiva. Además, está directamente conectada con zonas del cerebro asociadas al placer y las emociones.

Cuando la lengua entra en juego durante un beso, su contacto con la boca del otro activa una gran cantidad de receptores sensoriales. Esos estímulos viajan al cerebro a una velocidad sorprendente, generando un torbellino de sensaciones físicas y emocionales.

El beso como experiencia neurológica

Besar implica una descarga de neurotransmisores como la dopamina (asociada al placer), la oxitocina (la hormona del apego) y la serotonina (que regula el estado de ánimo). En otras palabras, un beso apasionado puede alterar nuestro estado mental y emocional en cuestión de segundos.

Es por eso que muchas personas pueden recordar exactamente cómo se sintieron con un beso específico: porque su cerebro lo codificó como un momento altamente significativo.

Más allá del cuerpo: el mensaje emocional del beso

La lengua en un beso no solo acaricia o explora. También comunica. A través del ritmo, la intensidad y la forma en que se entrega o responde, el beso transmite emociones no dichas: deseo, ternura, inseguridad, pasión, conexión profunda.

Es por esto que, a veces, un solo beso puede revelar más que horas de conversación. Puede encender una chispa… o confirmar que no hay magia.

¿Por qué nos afecta tanto?

Un beso con lengua involucra simultáneamente olfato, gusto, tacto, emoción y memoria. No es simplemente piel con piel. Es un lenguaje íntimo en el que se funden el cuerpo y la mente, y por eso nos impacta de forma tan profunda.

Además, los labios tienen una densidad de terminaciones nerviosas altísima, lo que los convierte en una de las zonas más sensibles del cuerpo humano. Al besar, esa sensibilidad se amplifica, generando un efecto placentero que puede durar mucho más allá del contacto físico.


Resumen:
Besar con lengua no es solo una muestra de cariño o pasión. Es una experiencia multisensorial que involucra cuerpo, mente y emociones. Activa zonas del cerebro ligadas al placer, fortalece vínculos afectivos y nos conecta de forma íntima con el otro. Tal vez por eso, un buen beso no se olvida… y un mal beso tampoco.

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