Palito Ortega, reconocido cantante y actor argentino de 84 años, atraviesa un momento difícil en su vida personal. Recientemente, su hijo mayor, Martín Ortega, fue internado en una clínica psiquiátrica debido a problemas de salud mental. Según declaraciones de su hermana Julieta Ortega, Martín está mostrando signos de mejoría y se encuentra en proceso de recuperación, aunque el camino es largo y requiere apoyo constante .
Este episodio ha impactado profundamente a Palito Ortega, quien ha expresado su preocupación por la salud de su hijo. A pesar de su avanzada edad, Ortega continúa activo en el ámbito artístico, aunque este tipo de situaciones familiares pueden afectar emocionalmente a cualquier persona, especialmente en la vejez.
Palito Ortega: “Tengo la sensación de que uno no se despide nunca, quedas muy vivo en el recuerdo”
Palito Ortega se presenta este 9 de enero en el Enjoy de Punta del Este, en el marco de su gira de despedida titulada Gracias
¿Cómo fue tomar la decisión terminar su carrera y despedirse de los escenarios? ¿Fue de un día para el otro, fue gradual?
Obedece al reconocimiento que uno tiene. Los artistas en general hacemos cosas cuando la inspiración aparece pero no dejamos también de pensar en la gente, en lo que estamos escribiendo, haciendo, grabando, de qué manera lo reciben. Hay artistas que dicen que no piensan demasiado en el público cuando están haciendo algo, pero yo creo que inconscientemente o de forma consciente, nunca hacemos cosas solo para nosotros. No creo mucho en eso de escribir y guardar en una caja. Yo creo que el que escribe quiere sacar a la luz lo que escribe, quiere que su pensamiento lo reciba alguien más. Cuando yo empecé a escribir, siempre tuve la intención de transmitir un mensaje de esperanza, de fe, de amor, que es lo que yo sentí siempre desde que salí del pueblo con la ilusión de poder llegar a algo, de poder trascender. Creo que uno en general hace cosas para que trasciendan, para compartirlas. A alguien le va a servir, yo particularmente siempre me imaginaba cómo lo que estaba haciendo le iba a servir a alguien.
En su caso han trascendido tanto letras como melodías, que se han apropiado y reutilizado en contextos que quizás usted no imaginaba, como que las usen las hinchadas de fútbol argentinas o uruguayas.
Caminaba un día por Hamburgo en Alemania y de repente a mi espalda escucho La felicidad en alemán. Me paré y me dije ‘me están haciendo una broma’, pero no, salía de una casa de música. Fui y me compré el disco, por supuesto. Cuando uno escribe una canción es como cuando nace un pájaro, apenas puede vuela y se va. La música vuela y yo tuve la suerte de escuchar mi música en idiomas que no me imaginé en mi vida: en alemán, en francés, en italiano. Escuchar que las grandes bandas del mundo entero grabaran una versión instrumental de esa melodía, que un día con tu guitarra ahí solo se te ocurrió, eso es un regalo maravilloso de la vida, de Dios. Me parece que ahí está la recompensa más grande para un creador.
En el caso de las melodías, ¿hay algún secreto, si es que se le puede decir así, para que perduren y trasciendan tanto?
La música popular es aquella que nace sin que vos te lo propongas. Yo estudié pintura y un amigo, un pintor importante, tal vez uno de los mejores dibujantes de toda Latinoamérica, Carlos Alonso, me decía: ‘cuando uno pinta tiene que pintar la primera impresión y después no lo toquetees tanto, no le agregues tantas cosas porque se nota que está recargado y esa obra se siente cansada, manoseada, tiene que ser espontánea la cosa’. Y yo me doy cuenta que es así, cuando uno retoca mucho pierde esa frescura. Y con la música me pasa que si yo me pongo a buscar especialmente una melodía determinada queda forzado, a diferencia de cuando se me ocurre algo, tomo la guitarra y me salen los acordes rápidamente. Esa es la cosa espontánea a la que uno después empieza a buscarle el ritmo, los colores, las apoyaturas que puede tener la melodía, pero la melodía original nace espontáneamente, si es algo fabricado la gente se da cuenta. Una vez, hablando con un músico importante sobre este tema, yo le dije ‘vos sos mucho más músico que yo, y te admiro por eso, pero seguramente nunca vas a escribir La felicidad porque tu conocimiento y tu amor propio de músico que estudió y sabe tanto de armonía, te lleva a hacer cosas más recargadas’. Los músicos que he conocido coinciden en esta idea de que la inspiración viene, y la aprovechás para expresar lo que estás sintiendo.
Yo tenía una gran admiración por Piazzolla, que grababa en la misma compañía que yo. Muchas veces iba y él estaba en el estudio, y yo no podía creer lo que tocaba, una digitación impresionante, pero yo siempre le decía ‘a mí nada me emociona más de lo tuyo que Adiós Nonino’. Es una melodía hermosa, pero simple. Después escuchaba Verano Porteño, que tiene una cantidad de notas impresionantes y es de un virtuosismo admirable, pero yo soy melodista, me gusta la que se puede cantar, la que queda grabada en la memoria de la gente. Cada quién ocupa su lugar, yo nunca iba a poder componer lo que hacía Piazzola, y él nunca iba a hacer Corazón contento. Yo soy simple con la música porque yo soy simple.
Cuando yo escuché por primera vez una melodía mía silbada en la calle sentí que ya estaba, porque la música popular es la que se canta en la cancha, en una manifestación política, en el jardín de infantes. Con María Elena Walsh compusimos la Canción del Jacarandá y ella me decía que lo que le daba más placer era que los niños la cantaran en los colegios. Uno escribe para eso.
¿Siente que en la música actual es más difícil encontrar melodías memorables?
Se retrocedió casi que a la época de los payadores, que se desafiaban entre ellos. Los chicos hablan, cuentan una historia hablando, entonces ¿de dónde se agarra uno con los años para recordar eso? Porque la gente se acuerda más que nada de las melodías. Gardel es inmortal porque las melodías que cantaba eran hermosas. Y eso que no sabía de música, cuando se le ocurría algo lo silbaba y le pedía a un músico que lo hiciera en su instrumento.
¿Ha pensado en el día después de su último show?
No, porque en realidad es paulatino lo mío, yo ya vengo hace rato dosificando mis apariciones. Y tengo la sensación que uno no se despide nunca. De alguna manera siempre estás subiendo a un escenario porque salís a la calle, la gente te ve, te conoce, te está recordando todo el tiempo, te hablan de una película, de una canción, de una melodía determinada que salió justo en el momento que se enamoraron o se casaron, y la música está metida siempre en la historia de sus vidas. Entonces me parece que uno no se va nunca, quedas muy vivo en el recuerdo, que es la historia que vive cada uno.